lunes, 19 de mayo de 2008

Un "Cine nuevo" ni tan nuevo

Reinaldo González


La década de los 60 fue determinante dentro del cine latinoamericano, pues significó la cristalización de una serie de cambios que años antes habían iniciado directores mexicanos y argentinos, a quienes se sumaron realizadores cubanos y brasileños.

Se trató de una época de consolidación de la identidad latinoamericana, pues la mayor preocupación de los cineastas fue reflejar los valores, las creencias y las costumbres de este lado del mundo, ya no de manera artesanal, como lo hiciera
Buñuel durante sus primeros años, sino contando con las herramientas técnicas y la formación académica necesarias para producir películas de altísima calidad.

Fue emblema de este movimiento el documental, que sirvió para fusionar las ideas artísticas e innovadoras de los realizadores con los elementos de la realidad latinoamericana de aquellos años, signada por el creciente rechazo hacia la dominación de las potencias extranjeras, la resistencia guerrillera y el pensamiento progresista en general. De hecho, el documental se constituyó en el medio por excelencia a través del cual se canalizaron los deseos de cambio social que emergieron desde todos los rincones del continente.

No por casualidad, el tema de la Revolución Cubana fue recurrente, contribuyendo para ello, además, el gran interés que despertó en todo el mundo, que se vio acentuado por hechos como la invasión de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles, entre otros.

Dio fuerza y coherencia al movimiento dentro del país antillano el surgimiento y fortalecimiento del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica, que se hizo con el control de la producción, la distribución, la importación y la prensa. «Desde este organismo se promovió la autenticidad y la reflexión, con una actitud realista (filmar lo que pasaba en la calle) y documentalista que permitió mostrar Cuba al mundo y a ellos mismos. Llegaron maestros del documental, como Agnès Varda o Joris Ivens (El pueblo en armas, 1960; A Valparaíso, 1962), y se formó una escuela entre 1962 y 1963 en la que aprendieron las posteriores figuras del cine cubano: Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa (Cuba baila, 1961; El joven rebelde, 1962), Santiago Álvarez (Ciclón, 1963; Now, 1965; Cerro Pelado, 1966; Hanoi, martes 13, 1967), Humberto Solás (Manuela, 1966), Miguel García Ascot (Historias de la revolución, 1960), Óscar Torres (Realengo 18, 1963), Manuel Octavio Gómez, José Masot o Alberto Roldán». 1

Para finales de los 60, la producción cubana estaba consolidada, resaltando películas como Las aventuras de Juan Quinquín (1967), de Julio García Espinosa; L.B.J. (1968), de Santiago Álvarez; Lucía (1968), de Humberto Solás; Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea; y La primera carga al machete (1969), de Manuel Octavio Gómez, ampliamente premiadas en concursos internacionales.

Contagiados por el elemento contestatario, los brasileños también desarrollaron tramas propias de su nación, como las migraciones, el fútbol y la cultura popular, luego de repetidos fracasos en la implantación del modelo industrial característico de los grandes estudios norteamericanos.

Esta tendencia fue bautizada como Cinema Nôvo y significó la renovación y consagración de un cine hasta entonces desvinculado de los valores culturales amazónicos. «El doble carácter de revolución en materia de expresión y producción, la búsqueda de una descolonización económica e ideológica, es lo que confiere al Cinema Novo la dimensión de un modelo alternativo para las cinematografías nacientes de América Latina y del Tercer Mundo en general».2

Cabe resaltar dentro de esta fase a cineastas como Nelson Pereira dos Santos y Rui Guerra, además de Glauber Rocha, quien murió en la década de los 70. Inspirados en la nouvelle vague francesa, abordaron los auténticos problemas nacionales.

Otros países latinoamericanos se sumaron a esta corriente, como Argentina, a través de Fernando Birri y Fernando Solanas; Chile, con Miguel Litín y Raúl Ruiz; y Bolivia, mediante Jorge Sanjinés.

De esta manera, el Nuevo Cine se constituyó en una tendencia de vanguardia continental, con buena aceptación en Europa, en concordancia con los deseos de sus promotores. Por vez primera, el cine latinoamericano se posicionaba internacionalmente más por su calidad que por su capacidad productiva.

1. «Cine cubano». Enciclopedia Encarta 2001.
2 «Cinema Novo y Nuevos Cines». Material producido por la cátedra Cine en Humanidades de la UCV.

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